lunes, 8 de noviembre de 2010

LA MARIONETTE


¡Hola a todos! La vida continúa apaciblemente en la Costa Azul, más apacible ahora que nunca, ya que me han dado vacaciones (adoro el calendario escolar jojojo). Bea va a venir a visitarme este fin de semana, y estoy segura de que esto provocará muchas situaciones interesantes, el problema es que no sé si podré contároslas porque esta niña está demasiado loca y sus historias son con frecuencia demasiado turbias para ser publicadas.

En el trabajo todo bien, todavía no me he acostumbrado a mi nueva posición de autoridad y solo he sido capaz de mandar callar a un niño. Afortunadamente, se portan todos bastante bien, todavía no me puedo creer que me hagan caso. Osea, les mando hacer algo Y LO HACEN!!! Nunca había tenido esa sensación de poder (excepto con mis premoniciones del tarot erótico), tengo que andarme con cuidado no se me vaya a subir a la cabeza y empiece a ponerles deberes y exámenes como una posesa (el otro día les puse un examen a la clase de la niña-gorila muahahaha [risa maligna]).

Por otra parte, Joanna nos ha presentado a su adorable marioneta, esa que iba a utilizar en sus clases de inglés para niños pequeños.
Vino un día a mi cuarto demasiado mona, hablándome como en una función a un público infantil: “mira Carolina, te presento a mi amiguito Scruffy, es un poco tímido, viene directamente de Inglaterra y solo habla inglés”.
Scruffy es una marioneta de un perrito blanco, con el pelo revuelto y ojitos tiernos. Bueno, en realidad no es una marioneta, sino una especie de muñeco de guiñol-peluche, al que llamamos marionette para simplificar.
A mí en principio la marioneta me cayó bastante bien, el problema vino cuando se la enseñé a la canadiense.
Cogí la marioneta y empecé a imitar a Joanna, porque su manera de presentármela había sido bastante simpática. Lo único que fue un poco patético y hubo una desincronización de sonido, porque cuando se suponía que el muñeco hablaba, se me olvidaba moverle la boca, y luego cuando terminaba la frase, intentaba rectificar moviéndosela a gran velocidad como si no hubiera mañana.
A pesar de lo mono que era Scruffy y de mis patosas habilidades, Caroline no esbozó ni una simple sonrisa. Muy seriamente me explicó que no le gustaban las marionetas, que eran todas unas falsas, que parecía que eran tus amiguitas pero que luego en todas las películas asesinaban a la gente. Para reforzar sus argumentos, me hizo una demostración: se enfundó a Scruffy en una mano y empezó ha decir cosas lindas con voz de flauta como “hola Carolina, soy tu mejor amigo blablabla” y de pronto sin previo aviso, me plantó al muñeco a dos palmos de mi cara mientras gritaba con voz ronca “TE VOY A MATAAAAAAR”. Obviamente, pegué un chillido y salí pitando. Ante tan convicentes argumentos, no se puede luchar, así que encerramos a la marionette en una bolsa atada con cuatro nudos, que luego pusimos debajo de un cojín, en la última esquina del sofá (toda precaución es poca). Después nos precipitamos fuera de la casa y nos fuimos a la playa, donde pasamos la tarde ideando maneras divertidas de que Scruffy “sufriera un accidente”.
EL ASUNTO ES que ahora Caroline y yo estamos continuamente amenazándonos con poner la marioneta bajo la cama de la otra y ahora cada vez que entro en mi cuarto busco desconfiada en cada esquina por si acaso anda ese demonio de muñeco por ahí.
Así que por culpa de Joanna estoy ahora que no pego ojo por las noches...

Otra cosa que me pasa con Joanna es que no nos entendemos nada. A veces estamos hablando, teniendo una conversación súper larga, y de pronto nos damos cuenta de que estamos hablando de cosas diferentes. POR EJEMPLO: el otro día estábamos hablando del 11-S, y luego empecé a hablarle de Lady Di y de cómo había muerto en circunstancias misteriosas, de todo lo que se había hablado de una conspiración, etc. Estuvimos hablando como un buen rato, y de pronto empezó a hacerme preguntas extrañas e incomprensibles. Transcurrieron como 20 minutos durante los cuales empecé a pensar que Joanna era realmente friki, y su mirada me decía que ella pensaba más o menos lo mismo de mí. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos tiradas por el suelo partiéndonos de la risa porque esto es lo que Joanna había comprendido:
Que una señora musulmana que se llamaba Lady Di y que estaba embarazada, se encontraba en el edificio de una de las torres gemelas el día del 11-S y que quería que su bebé muriera. La familia de la musulmana Lady Di también querían que muriera y rezaban por ello. Luego escribieron un libro sobre ello.
Como podéis comprobar, hablar con esta niña es como jugar al teléfono estropeado durante todo el día.

Bueno, ya os seguiré contando historias otro día, un besito a todos!!!!!

Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los "cómos". Friedich Nietzsche

No hay comentarios: